hoy es siempre todavía

sábado, 30 de julio de 2011

El silabario moderno


Una de las buenas señales de la edad es que ante las estampas del pasado seamos capaces de esbozar una sonrisa. Bueno, en algunos casos hasta una carcajada sana y expectorante. Éste es el caso de ahora. Abrir mi primer libro escolar tiene un efecto embriagador sobre mí. Se llamaba Silabario moderno para más inri. No es nostalgia ni melancolía, que si quisiera podría serlo. Es emoción porque con él aprendí a leer y en parte a escribir. Es afecto subliminal, porque a través de la contemplación del silabario reconozco el esfuerzo de una parte de los maestros y sobre todo de mis padres. Es sorpresa por rememorar aquel pensamiento (?) oficial del país convertido en cementerio cultural, físico y social. Es vergüenza, al comprobar el simplismo y la mediocridad de los textos que se llevaban, absolutamente serviles. Es paradoja, porque ahora es cuando uno se da cuenta de lo lejos que está de lo que representaron y representan esos dos pilares que se creían fundamentales y eran de barro, aunque tanto daño causaron. Uno de esos pilares (que cree serlo) persiste todavía, camaleón adaptado a los tiempos y a los negocios, predador que sigue su tradición instintiva y fiera. 



Pero las estampas de los dos personajes de carne y hueso, hoy cenizas y ayer desolación, son secundarios afortunadamente. Aunque los recambios siempre están prestos. El sucesor actual del señor del birrete vendrá en agosto a que sus acólitos le rindan pleitesía. Eso sí, a cargo del erario público. Que una cosa es predicar y otra recibir las prebendas del Estado Español. Pero lo que me hace reflexionar es la tercera estampa. Esa que habla de la antigua provincia romana que ha dado muchas idas y vueltas sin lograr ser una unidad de destino no ya en lo universal sino ni siquiera en la propia convivencia de sus moradores. De las cuatro preguntas tan antipedagógicas como inductivas que se hacen en la página con objeto de que el niño saltara en un grito de guerra y exaltación patriotera me hace gracia especial la primera. Por lo imprudente. ¿En base a qué podían afirmar los guionistas que el esquema de la célula pudiera ser  trasladado al poblador español? Nacer, vivir, morir. En su propia tierra. Ignorando las cárceles, el exilio político y las emigraciones sociales que vendrían después. Muy kitsch a estas alturas el librito. Como éste habrá una larga colección de catones, primeros y segundos pasos. Quien los tenga, que los retenga. Son una fuente de reflexión en la distancia. Nos permite comprobar que al hacernos mayores hemos logrado cierto grado de tolerancia y de superación del infortunio. ¿Servirá para prevenir el futuro?


jueves, 28 de julio de 2011

El sabio Joan Vernet y los árabes en España



Uno no quisiera que se cumpliera en su propia carne como una revelación aquella sentencia del maestro Juan de Mairena:

“La posición del satírico, del hombre que fustiga con acritud vicios o errores ajenos, es, generalmente, poco simpática, por lo que hay en ella de falso, de incomprensivo, de provinciano. Consiste en ignorar profundamente que estos vicios o errores que señalamos en nuestro vecino los hemos descubierto en nosotros mismos, en desconocer el proverbio a que antes aludíamos, y en olvidar, sobre todo las palabras del Cristo, para conservar el alegre ímpetu que apedrea a su prójimo.”



(El sabio Joan Vernet)

Por eso al acometer mis críticas hoy no me voy a distanciar y me voy a incluir, participando de ese vicio de la autoflagelación a la que somos dados tantas veces, pero más allá de la cual no somos muy finos a la hora de presentar alternativas de conducta y menos soluciones de pensamiento. Y toda esta perorata viene a cuento de que la muerte hace unos días del importante arabista Joan Vernet me ha hecho reflexionar una vez más sobre el olvido e incomprensión que hemos tenido secularmente los españoles sobre otros españoles del pasado: los árabes. Casi ocho siglos, de realidad de la cultura árabe en la península, con una extensión mayor o menor que fue fluctuando y mermando, es mucho tiempo como para ignorar que nos dejó un legado vasto, avanzado y sustancial para el desarrollo de los reinos y estados medievales, los españoles y los europeos.


De ello habla con extensión y conocimiento Joan Vernet en su imprescindible obra Lo que Europa debe al Islam de España. Por una parte, el mundo árabe recogió la herencia de la antigüedad clásica . Materias como la numeración de posición, la doctrina astrológica de las conjunciones, los estudios de Dioscórides, el latín y sus traducciones al árabe demuestran que hicieron de vehículo de los saberes antiguos. Desarrollaron los conocimientos de filosofía, ciencias ocultas y matemáticas, astronomía, óptica, astrología, alquimia, medicina, geología, náutica, zoología, cultivos y riegos en agricultura, así como caligrafía, arte y narrativa. ¿Qué más se puede pedir? En su paso consolidado por nuestra península su aportación fue clave en el desarrollo posterior de las culturas occidentales.





Conclusión. No sé si España es un país ingrato, irresponsable o simplemente ignorante. Ingrato por no reconocer, aun a sabiendas de que se posee un acervo fundamental, el papel de las culturas que se asentaron en ella, principalmente la árabe. Irresponsable, porque si conoce esa aportación, hacen poco las autoridades institucionales y académicas por  difundirla entre sus ciudadanos y reconocer su decisiva influencia. Y como efecto de ambas actitudes se produce un desconocimiento e ignorancia que nos hace menos comprensivos y tolerantes no sólo con los que llegan, sino con nuestra propia experiencia del pasado. Por mi parte, estoy leyendo algunos trabajos de Vernet siquiera sea para saldar, en mi modesta escala, una cuenta pendiente de conocimiento y gratitud con aquella cultura aportadora. Mi agradecimiento al sabio recientemente fallecido.

martes, 26 de julio de 2011

Un hijo de la tribu



¿Somos ciudadanos o miembros de la tribu? Cuando tutsis y hutus se mataron en una sangría atroz Occidente habló despreciativamente de guerras tribales. Es África, todo es posible, dijimos. ¿No fueron tribales también las guerras balcánicas? Pero no se las llamó así. Ni siquiera sé si las llamaron de alguna manera. Ah, sí, dijeron que era producto de la descomposición de la URSS. Pero había algo anterior, latente, tribal y enconado que salió a relucir a sangre y fuego. Y en la primera y segunda guerra mundial, ¿no había bajo el epíteto de enfrentamiento de naciones una pugna tribal a gran escala? No nos engañemos. Las naciones son tribus o asociaciones de tribus que han crecido, articulado un Estado y siguen dirigidas por clanes de envergadura superior. Pero el espíritu tribal permanece. Y la parte destructiva y cainita aparece por doquier, incluso retomando antiguos símbolos en desuso y clamando con voces de violencia nada nuevas.


Uno tiene la sensación de que la matanza noruega tiene algo o mucho de enfrentamiento tribal. La apariencia  -y en ella se basará el abogado del asesino múltiple y la ultraderecha bienpensante-  es que se trata de alguien que ha perdido el sentido, que se ha trastornado. Pero, aunque hubiera algo de esto, que nunca es sólo así de simple, ¿es que acaso alguien que se trastorna no tiene un componente de reacción política cuando comete un crimen tan execrable como bien elegido y dirigido? Sí, bajo la apariencia de una decisión personal  -está por ver si no hay más organización detrás-  han salido a relucir dos mundos. El de la intolerancia llevada a un extremo sin igual por el pensamiento, si se le puede llamar así, incendiario de la ultraderecha y el de la gente que trata de construir, con mayor o menor acierto, sistemas de relación de convivencia y de progreso. Los nuevos tiempos, con su asunción de inmigrantes, recomposición de fuerzas sociales, aceptación de reglas de juego supranacionales y cambios en la economía mundial, está llevando hacia formas que exigen adaptación, concesión y sentido común. Pero muchos no lo ven así. Muchos se aferran a lo caduco e intransigente. No sólo se trata del asesino noruego, sino acaso de un sector de su sociedad que está ya mamando de arriesgados presupuestos fanáticos que no resuelven los problemas pero que sí alarman, fomentan enfrentamiento y ganan posiciones a través del voto democrático.


Ignoro el papel que los medios de comunicación y los partidos juegan en Noruega. Si son semejantes a unos cuantos de los que funcionan en España, están apañados. Ciertos partidos y ciertos aparatos de propaganda con pretensión periodística llevan fomentando aquí no tanto el debate y la sana discrepancia, como el envenenamiento de las conciencias en base a la desinformación, a las calumnias, a la intolerancia más agresiva y a las apologías de la muerte de la democracia. La provocación es la actitud continua de ciertas organizaciones y medios. ¿Es posible la convivencia si continúan con esas prácticas? Si algún día aparece un trastornado inteligente cometiendo alguna fechoría como la de Noruega, ¿nos escandalizaremos? Claro que sería peor que el trastorno fuera colectivo, producto de alguna de esas tribus que no quieren adaptarse a los tiempos o que consideran que España es su finca particular. En fin, ¿cómo consideraríamos al asesino de Noruega? ¿Un hijo de la tribu? Y sin embargo es también hijo de su cultura y de su civilización. Deberíamos repensarnos en Occidente qué es lo que no hemos superado de tribal y qué es lo incumplimos de cultura del Derecho. Deberíamos revisar nuestro pensamiento y nuestras aspiraciones. Claro, suponiendo que quede tiempo para ello.




Las espléndidas y sorprendentes imágenes son del artista checoslovaco Michal Macku


sábado, 23 de julio de 2011

Recuperando a Brosio




¿Quién dijo que de la cárcel sólo se sale delincuente o redimido? También se sale pintor. Al menos eso fue lo que aconteció con Ambrosio Ortega, Brosio, que desde 1947 hasta 1970 estuvo en las cárceles franquistas por colaborar con el maquis, la resistencia guerrillera que trajo en jaque a Franco durante unos cuantos años en las montañas de diversas regiones españolas. Y gracias, ya que fue el precio que tuvo que pagar por serle conmutadas dos penas de muerte, debido a presiones internacionales. Hay quien dice que fue el preso de la dictadura que pasó más tiempo encarcelado. Lo traigo a colación por dos razones: porque todavía puede verse una exposición de su obra en el Museo de la Siderurgia y de la Minería de Sabero (León) hasta mediados de agosto. Y porque es una de esas figuras sorprendentes y anónimas cuya vida y obra no te deja indiferente.



¿Cómo es posible que pintara un hombre de tradición minera y de ejercicio resistente? ¿Cómo es posible que lo hiciera de la manera que lo hizo? Azar, tal vez. Aptitud, habilidad y circunstancia, probablemente. La esencia del autodidacta. La mina, que llevaba en el tuétano desde su infancia, fue uno de los temas fundamentales de su obra. Una vez dijo a un periodista que la mina y la cárcel tenían puntos en común, que eran lugares donde sobrevivir era difícil, pero también una hazaña. También matizaba: sólo diferencia a la cárcel y a la mina la libertad, que no es poco. Así que también la  cárcel y el campo castellano son motivos de sus pinceles. El valor del encierro y el valor de la libertad configuran pues los temas de trabajo.



Encuentro en un texto de José Luis Viñas titulado Los hermanos oscuros, la siguiente recesión sobre el pintor palentino:

"Ambrosio Ortega Alonso (nacido en 1923 en Barruelo de Santullán provincia de Palencia). fue detenido en 1947 por pedir ayuda pública para la guerrilla en la plaza de un pueblo; en realidad era ya entonces un organizador del “Maquis” en el Norte de Palencia, además de trabajador en la mina. No fue liberado hasta 1970, el año del proceso de Burgos. En los veintitrés años de presidio pasó por multitud de cárceles, fue condenado a muerte, se evadió del penal de “El Dueso” y recibió un castigo colectivo en Teruel, que luego no fue tal. También le dio tiempo a aprender a pintar, adoptando el pseudónimo de “Brosio”. En la década de los setenta comenzó a realizar exposiciones en varias ciudades españolas: Gijón, Oviedo, Barcelona. Sus acuarelas de tonos fríos e iridiscentes, pobladas por anónimos mineros que escarban la tierra como siluetas sombrías no dejaron indiferente al mundo artístico de la época. No es de extrañar; aún hoy conmueven por su extraordinaria calidad y hondura.



Brosio llegó a ser retratado por Alberto Schommer, que recibió del periódico ABC el encargo de fotografiar a 6 pintores; eligiendo además de a Dalí, Miró o Tápies, a Brosio; le fotografió con el torso desnudo, llevándose las manos a la cabeza y entre pinceles que parecen barrotes o andamios. Es un retrato magnífico, de hecho uno de los mejores del afamado fotógrafo. Pero a principio de los años noventa Brosio despareció para el mundo, un accidente doméstico estuvo a punto de costarle la vida. Una galería de Nueva York acababa de mandarle una carta interesándose por su trabajo. Y es ahora, cuando siendo ya muy anciano, comienza un tímido reconocimiento a su figura: un homenaje en su pueblo natal, Barruelo de Santullán; alguna exposición en salas que él no merece, algún artículo suelto. Si este país fuera distinto, Brosio sería tan conocido como Zoran Music (un artista cuya trayectoria guarda ciertas similitudes con la suya). Desgraciadamente, a injustos no nos gana nadie. Brosio es hoy un pintor desconocido para la intelligentsia artística española. ¿Hasta cuando lo va a ser? Este “hermano oscuro”, carne de presidio y de tortura, se sentiría muy identificado con cualquiera de los animalitos que giran en la rueda del Tarot. De hecho sus siluetas mineras tienen algo de impersonal, algo que recuerda curiosamente mucho a la obra de una joven artista americana muy a la moda: Kara Walker. Claro que en vez de sombras inspiradas en la cabaña del Tío Tom tenemos mineros palentinos, y eso no gusta tanto a los museos, galeristas y críticos. Las sombras de Brosio nos acechan desde la proximidad echando su aliento helado sobre nuestra nuca, y eso a la intelligentsia no le hace ninguna gracia."



Las imágenes pictóricas son obra de Ambrosio Ortega, Brosio. Adjunto enlace con una entrevista al pintor.



jueves, 21 de julio de 2011

Devaneo nocturno nº 1

(Composición fotográfica de Gilbert Garcin)


¿Nos damos cuenta de que nos pasamos los días hablando del mundo como si lo aprehendiéramos? Da igual que sea sobre sucesos de carácter mundial o local como si es sobre temas familiares. Creemos conocer lo que hay. Nos pensamos que sabemos de esos sucesos porque oímos, y acaso escuchamos, la radio y la televisión, y porque hojeamos, acaso leemos, los periódicos. Pero ¿nos damos cuenta de que en realidad delegamos en intermediarios (el periodismo de empresa) que configuran y reconvierten una parte de la realidad en lo que llaman noticia? De manera análoga, nos parece saber de los problemas de amigos o familiares, basados a su vez en confidencias a varias bandas, muchas veces contradictorias. Pero frecuentemente lo que nos llega de la vida de los próximos es murmullo, información secundaria, relación de pequeños hechos aparentes. ¿Qué sabemos del vecino? Nada. Un detalle que siempre me hizo pensar. Cuando un miembro de alguna familia ha decidido de improviso poner fin a sus días voluntariamente (con su dosis de enajenación a cuestas, naturalmente) los familiares y conocidos suelen manifestar después que no lo pueden entender, que no se lo esperaban, que era un chico o un señor normal, incluso que nunca había manifestado motivos. ¿Es eso conocer al que tenemos al lado?


(Composición fotográfica de Gilbert Garcin)


Disculpad el ejemplo, que no es precisamente aleccionador ni estimulante a la hora de la noche (tenebrosa o no está en la mente de cada cual) Creemos tener el mundo al alcance de nuestro conocimiento, pero si te paras a pensarlo son más las dudas que las certezas las que nos asaltan. Quien se conforme con el primer cuento que le cuenten, malo. Da todo (de su personalidad, de su vida) a cambio de nada. No, no digo que no haya que tratar de informarse. Pero hacerlo no es oír el ruido, de unas voces, de un pasar unas páginas de tabloide, de los destellos de un tubo catódico. Informarse es preguntarse. Tal vez deberíamos empezar a acostumbrados a cazar al cazador. A cuestionar las informaciones, a devolver los discursos, a boicotear las exhibiciones públicas de políticos y empresarios de toda laya. ¿Qué sabemos realmente de lo que se cuece en las alturas de los que detentan poder (en nombre de las sociedades, para más coña)?   Que nos digan que se han reunidos los grandes X para adoptar las medidas Y, que no entiende el común de la ciudadanía, ¿sirve para algo? De hecho no sabemos ni lo que se mueve detrás, ni cómo ni en qué dirección. Francamente, a uno que flojea en sus neuronas en esta nocturnidad le da en pensar que los individuos no hemos sido elegidos para que la aristocracia de hecho nos obsequie con las revelaciones. Ellos prefieren la masa, ese ente abstracto y genuinamente manipulable, que traga, concede y soporta todo lo que le echen.

 


Como conclusión ahí va ese poema de León Felipe, para que alivie y no quiten el sueño mis palabras incómodas.

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan solo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.


miércoles, 20 de julio de 2011

Ciudadano Kane cabalga de nuevo


No sé si el transnacional y superciudadano Rupert Murdoch acabará sus últimos días pronunciando aquella palabra misteriosa del ciudadano Kane: Rosebud, Rosebud…aludiendo con ella al recuerdo de la infancia perdida. Infancia en que Kane y supongo que Murdoch serían más felices, como todos. ¿O no? Porque la vida depara reacciones inversas a las vividas inicialmente. No sé si es el caso de Murdoch, creo que no, pero hay que recordar que muchos magnates de los negocios empezaron como porqueros o repartiendo periódicos por la calle. Esos orígenes humildes, ¿les ha hecho más comprensivos cuando han tenido poder e influencia? Probablemente no. La dureza de los comienzos les volvió duros para sobrevivir en la selva competitiva de los negocios. En ese camino perdieron la noción de las reglas de juego, de la ética y probablemente de la sensibilidad.







Y es que el todo vale parece haber sido la tónica en la prensa y en la televisión del magnate australiano Murdoch. Que se ha concentrado precisamente en un tabloide con una tirada de dos millones largos de ejemplares donde el planteamiento sensacionalista, la información deformada y la información obtenida con lo que sutilmente se llaman malas prácticas era el nutriente ¿o hay que decir bazofia? que se daba a los que compraban ese periódico.  Pero lo más relevante en este caso no es tanto lo que suponía ese rotativo, que ya era sabido e incluso denunciado por otros sectores de la prensa más limpios, sino hasta dónde ha sido capaz de intervenir e interferir en la vida privada de los individuos y cómo ha utilizado a altos cargos de la policía y probablemente del gobierno para lograr sus fines. En ello están en estos momentos los ingleses, y el primer ministro Cameron volviendo corre que te corre a ver si controla la jugada, por si le huele también el culo a pólvora, ya que hay indicios de que los secuaces británicos de Murdoch podrían haber puesto en un brete al premier.




Lo que le hace pensar a uno es que ciertos planteamientos de prensa y ciertos procedimientos para obtener informaciones son algo más extendido por ese mundo de la pretendida información objetiva que en las propiedades mediáticas de Murdoch. Los medios y programas  sensacionalistas existen porque la gente los demanda, dicen los propietarios de esos medios. Y hasta cierto punto tienen su razón. No hay más que ver el seguimiento de audiencia de los programas rosas, amarillos y negros (tertulias pretendidamente políticas) que abundan en el panorama deprimente de la televisión en España.  Entrar en la actitud media de la población que se cuelga psicológica y mentalmente es harina de otro costal, aunque con evidentes dudas sobre el nivel cultural medio y de felicidad de nuestras sociedades.



Pero lo que a un ciudadano le debe preocupar también es cómo en la oscuridad de sus maniobras los del cuarto poder tienen a veces cogidos por las gónadas a políticos y gobernantes en general. Citizen Kane lo hacía y los actuales magnates de la prensa no se quedan atrás. Digamos que hay incluso una relación interactiva, de retroalimentación, entre los medios y los gobernantes.  Estos dicen: yo te doy  -publicidad, subvenciones, favores particulares-   a cambio de que me trates bien, hables mucho de mí, contrates a comentaristas de mi cuerda, etc.  Y todo eso, ¿para qué? Tanta influencia, capacidad de decisión y poder económico y político, ¿para qué? ¿Para acabar los días invocando el nombre de un trineo de tu infancia o del primer fuerte de indios que tuvieron?




Nota Bene. No quiero dejar de recordar que cierto personaje que fue presidente del gobierno español por el partido de la derecha durante ocho años está ahora a nómina de News Corp, perteneciente al señor Murdoch. Ese personaje que anda conspirando permanentemente en los foros conservadores y ultraderechistas de Estados Unidos contra la democracia española es consejero de la citada empresa y percibió en 2010, según informa la prensa, 220.000dólares (171.300 euros) Patriotismo de guante blanco siempre.





(Las imágenes pertenecen a la película Ciudadano Kane)

lunes, 18 de julio de 2011

Maldita fecha




No quiero poner nada de mi cosecha. Ya habla uno bastante. Esta fecha maldita sigue teniendo un eco de duelo que no hay manera de que se supere. He tenido acceso a las memorias particulares e inñeditas de una mujer casi nonagenaria que vivió y sufrió en un pueblo histórico de la Castilla profunda. Trece años tenía esta mujer cuando el ardor del día de verano se convirtió en un fogonazo múltiple en su existencia, de mano de la ignominia y de las armas falangistas. Marcada para siempre. En estas memorias, un verdadero ejercicio de superación y conjuro anímico, escritas a mano y en cursiva con una calidad narrativa y emocional impresionante, relata toda su vida. No sólo el padecimiento por la sangre derramada, sino las penurias y los márgenes a los que ella y sus hermanos fueron conducidos por el franquismo por ser hijos de rojos. Doy paso a estas palabras sagradas.



“…fue un día hermoso de verano, pero al poco tiempo de amanecer se tornó en carreras por la calle y griteríos dando vivas a la masacre que nos venía encima.

Unos días antes, estando en la plaza del pueblo oí decir a mis padres han matado en Madrid a un tal Calvo Sotelo, esto se pone muy mal, pero yo no comprendí entonces qué quería decir aquello; seguí oyendo la música que había en la plaza y así quedó; después fui comprendiendo todo lo que querían decir.




Volviendo a la mañana del 18 de julio, vi que mi padre subía al desván de la vivienda toda la propaganda que se encontraba en casa, se ve que temían que registrasen la casa, porque los vecinos de en frente con los balcones abiertos gritaban: ahora a por todos, a rajatabla con ellos. Al poco rato se oyeron disparos aislados en la plaza del pueblo. Después, día tras día, las cosas fueron a peor, fueron sacando gente inocente a matar, porque aunque se piense como se quiera, sin haber hecho daño a nadie, no hay derecho a matar. Mucha gente de la que murió fue, aparte de las ideas, venganzas personales entre familias. Hasta que nos llegó a nosotros. No se me olvida el cuadro que se presentó, mi madre despertó a los cuatro hijos para decirnos que nos quedábamos sin madre. Mi abuelo P. se desmayó, mi tía S., con su hijo en brazos recién nacido, y tres borrachos mandados y pagados con el mosquetón al hombro se los llevaron. Nos dijeron que iban a Valladolid a declarar. ¿Cuál iban a declarar? Nada.




A las cinco de la mañana mi abuelo fue al cuartel de la Guardia Civil  a ver qué pasaba, y ya le dieron la noticia de los asesinatos, a los tres, mis padres y mi abuela. A mi abuela V. la dijeron váyase para casa pero la mujer echó a andar. Entonces la dijeron, no, porque después contará todo lo que ha visto, y la mataron por la espalda. Da escalofríos tener valor para esto pero esa gentuza no tenía conciencia, ni habrán tenido remordimiento mientras han vivido. Eso fue horrible, hay que pasarlo para saber lo que es. Quedamos todos destrozados. Quedando en la más profunda tristeza y desamparo, allí nos quedamos los cuatro hermanos huérfanos, mi tía S., su hijo y mi abuelo, sin saber qué hacer.




Tocante a mi pobre madre, su  muerte más que política (aprovechando que sí era de izquierdas, no lo niego) fue una venganza amorosa, de un tal asesino, se llamaba A.T., casado que por cierto no tuvo hijos, pero cada vez que veía a mi madre con nosotros de paseo, recuerdo siempre le decía algo, yo entonces no comprendía, pero luego lo supe, por lo visto la pretendió y ella no lo aceptó, por causas que ignoro, pues por lo visto tuvo tal osadía de, antes de matarla, aprovechar su cuerpo para lo que le dio la gana, y aun más delante de mi padre y de mi abuela. Les diré que a una muchacha llamada M., de 18 años, también la mataron por bordar la bandera republicana, al igual que el único hermano que tenía con 16 años.”




Aclaración. Al publicar estos fragmentos de una memoria íntima no me ha guiado otra intención que la de trasladar un testimonio de valor y dignidad. Valor para sobrevivir y salir adelante. Dignidad porque la vida nos enseña que no puede depender de los energúmenos ni de los intolerantes. Me descubro ante esa nonagenaria que logró superar las pruebas de la traición y de la injusticia.

Las ilustraciones corresponden a la obra titulada La España Negra de Franco, del pintor Luis Quintanilla.


viernes, 15 de julio de 2011

El arte (infame) de la mentira política


Aunque viene de la firma de Jonathan Swift, sí, el mismo autor de Los viajes de Gulliver, parece que el texto resulta ser de su amigo John Arbuthnot, con el que colaboraba en la elaboración de libelos y otras letras. El caso es que allá hacia 1710 apareció en el periódico inglés The Examiner (los ingleses, siempre tan a la vanguardia de la expresión) un artículo vinculado a un proyecto de ensayo titulado El arte de la mentira política. En el mismo leo lo siguiente:

“Alguna vez he pensado que si un hombre tuviera el arte de la clarividencia para ver las mentiras, al igual que en Escocia saben ver espíritus, sin duda se divertiría sobremanera en esta ciudad, observando los distintos tamaños, formas y colores de esos enjambres de mentiras que zumban alrededor de las cabezas de algunos, como hacen las moscas en torno a las orejas del caballo durante el verano. U observando esas legiones flotantes que pululan, tantas como para oscurecer el aire, cada tarde en los corrillos de la Bolsa; o también esos clubes de descontentos prohombres, de donde salen para ser esparcidos en tiempos de elecciones cargamentos enteros de mentiras.”



Bastante ilustrativo el párrafo como para no ver enseguida paralelismos con nuestra sociedad o cualquier otra de este tiempo. Que la práctica de la mentira en política es muy antigua no le cabe duda a nadie. Siempre se ha utilizado la mentira para influir, condicionar, desvalorizar y conducir a la opinión pública por unos derroteros muy interesados, aunque se fuera al precipicio. Lo vimos de manera estruendosa y patética, pero con un costo elevado de sangre ajena, cuando Bush, Blair y el segundón Aznar se inventaron lo de las armas de destrucción masiva. Un ejemplo, y hay miles en la Historia. No sé quién tuvo la gracia o la desfachatez de elevar la mentira a categoría de arte, supongo que meramente verbal, pero al igual que la verdad es la verdad lo diga Agamenón o su porquero, la mentira también es la mentira la ejercite quien la ejercite.




No sé tampoco si la mentira política fue excepcionalidad en otros tiempos, pero que ahora mismo vive instalada entre nosotros de manera tan permanente que nos cuesta creer a tirios y troyanos es un hecho lamentable. Lo abominable de la mentira es que trae consigo otros males: el desentendimiento (¿estaremos unos y otros hablando de lo mismo y habitando el mismo territorio?), la desviación de los problemas serios (¿por qué no se quieren solucionar los problemas yendo a la raíz y con actitud de frente común?), la ausencia de conciencia colectiva de pertenencia a un mismo espacio físico y social (¿por qué la derecha española no da nunca su brazo a torcer en su concepción patrimonialista de esa España con la que se llenan de baba la boca?), el distanciamiento social (no ya entre clases, que lo ha habido siempre, sino en el interior de la clase trabajadora, que aparece menos compacta que nunca), el descreimiento (¿no se estará incubando una desconfianza colectiva, no ya sólo hacia los profesionales de la política, que generará repulsión, incomprensión, envidias e incluso odios?) 



En España, por presión de las circunstancias de apariencia democrática, vivimos en una permanente situación preelectoral. Unos la fomentan, porque les interesa crear un permanente desconcierto y caos, y otros son llevados al charco de los anteriores porque no dan más de sí en su incapacidad de meterse en camisa de once varas al gestionar un neocapitalismo que no tiene arreglo. Así que si éramos pocos, parió la abuela. Y apenas hemos terminado de pasar unas elecciones para vernos abocados seguramente en unos meses a otras. Y de nuevo se dejará oír el altavoz de las promesas incumplidas y el de las promesas que no podrán cumplirse. Unos tratarán de convencernos de que se hará lo que ni se ha hecho en ocho años ni lleva visos de poder hacerse, por las buenas, en una próxima legislatura. Otros se venderán, y ya lo vienen haciendo desde hace rato, como salvadores de todo lo salvable e insalvable. Y con el agravante de que ninguno de ellos se creen lo que dicen. Con ese planteamiento, ¿cabe esperar verdades, siquiera mínimas? Lo que no sé si se dan cuenta es que digan lo que digan sonará a estentóreo, falso e increíble. Y, por otra parte, a uno le cuesta ya fiarse hasta de la ciudadanía. Dos Españas nos mostrarán una vez más sus fauces. Aviados estamos.




(Las fotografías son obra del fotógrafo estadounidense Rodney Smith)


lunes, 11 de julio de 2011

¿Qué fue del séptimo mandamiento, Eclessiam meam?


Al hilo de la entrada anterior  - y en ésta estábamos-   cuando leo la noticia en la prensa. Ver http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Iglesia/inscribe/propios/miles/inmuebles/elpepusoc/20110711elpepisoc_3/Tes  La Iglesia inscribe a toda velocidad como propios miles de inmuebles. ¡De inmuebles que no eran suyos! Casas que construyeron las gentes de los pueblos para los curas (igual que para el médico o el maestro) a lo largo de años. Templos cuyos arreglos y mantenimiento fue a cargo de presupuesto público. De todo: ermitas, basílicas, viviendas, locales comerciales, garajes, fincas, solares, terrenos, pastos…¡de todo! lo están registrando a su santo nombre.



Al lado de esta acción   -¿cómo calificarla? ¿cómo deshonesta y delictiva? ¿de usurpación? ¿de robo? ¿de latrocinio?-   la desaparición del Códice Calixtino queda en segundo término y las fechorías cometidas en guerras y olvidos parecen acontecimientos normales que tenían que producirse por efecto de los avatares históricos. Pero lo de las diócesis inmatriculando bienes ajenos ya es demasiado. ¿Tan insaciable es esa empresa con sede en Roma? ¿Tan incauta la gente que les ha seguido y les ha proporcionado el poder y la influencia que tienen?




Mi vecino dice que les está bien empleado a las gentes de pueblos y ciudades por haberles favorecido durante décadas, si no siglos. ¿Creyeron que su reino no era de este mundo? Pues toma del frasco. ¿O qué pensaban? ¿Que los clérigos y sus jerarquías habían obtenido los bienes con el trabajo honrado?  España, país de pandereta como pocos, no cesa de deparar sorpresas. ¿Estará la Iglesia haciendo frente a la crisis apropiándose impunemente de lo que no les pertenece? Hay que decir también que en aquella región de España donde la Iglesia siempre pensó que la región entera era ella, en Navarra, hay gente que ha creado una organización que defiende el patrimonio (http://www.plataforma-ekimena.org/ )  y que denuncia ese comportamiento que se salta el séptimo mandamiento. Imagino un comentario de Juan de Mairena (y yo me lo invento en su nombre) si se enterase de la noticia:

"Agradecidos los quiere Dios, solían decirnos en la escuela. Los desposeídos se quedarán más desposeídos, pero el nombre del Señor será más loado, insistían los sacerdotes desde sus púlpitos. Naturalmente, el comportamiento actual de los funcionarios de la curia pone en duda que los agradecidos lo sigan siendo, que los desposeídos se sientan más contentos y que Dios sea loado. Porque con esas prácticas lo único que consiguen es que las gentes maldigan su nombre y el nombre de sus agentes ejecutivos en la Tierra. Si Moisés levantara la cabeza…"

(Perdona, maestro, parezco más radical y sentencioso que tú, pero no lo soy)  




sábado, 9 de julio de 2011

Los expolios del arte, antes del Calixtino


La desaparición del Códice Calixtino de la Catedral de Santiago, detectada hace unos días, me ha recordado otras desapariciones. O mejor dicho, otros robos, otras ventas fraudulentas, otros obsequios, otros expolios. Recuerdo haber leído hace unos años un documentado libro titulado Lo que se llevaron de esta tierra, cuyo autor creo recordar que era Gonzalo Santonja, que precisamente trataba de los sucesivos expolios que Castilla y León habían sufrido en su patrimonio a lo largo de la Historia. Por supuesto, el expolio de los bienes culturales y artísticos es una constante que se produce en todos los países, producto de guerras, invasiones o simples comercios ilegales. No hace mucho, con motivo de la desastrosa intervención de las tropas norteamericanas en Irak se supo de la desaparición de miles de obras de culturas mesopotámicas. A esa desaparición no eran ajenos los mismos soldados invasores y ya se sabe que a río revuelto. Y el río revuelto de la especulación con el arte se ha nutrido siempre y en todo lugar, no te cuento en España, de desaprensivos, muertos de hambre locales, mercaderes sin conciencia, caciques que pedían algo a cambio, funcionarios que ponían el cazo, gentes de ascenso social con influencia y poder…No ha habido límite al cupo en el abanico de truhanes.



El libro Lo que se llevaron de esta tierra era una especie de relación sobre los grandes expolios habidos en dos de las regiones más históricas y culturales de España. Grandes ejemplos: las pinturas de la extraordinaria iglesia mozárabe de San Baudelio de Berlanga, Soria, vendidas por un grupo de vecinos de Casillas, que tenían en propiedad la iglesia, a un comprador norteamericano; instaladas ahora en el Museo de los Claustros de Nueva York. Ábside de una iglesia de Fuentidueña, Segovia, hoy también en el citado Museo de los Claustros. Estancias del Monasterio de Santa María la Real, de Fuentidueña, Segovia, repuestas en Miami. Rejería de la Catedral de Valladolid, hoy en el Metropolitan Museum de Nueva York. Cito algunos de los casos más flagrantes y valiosos que salieron de mala manera en su día. Supongo que de la misma manera que se llevaron de Castilla obras de arte, también salieron de modo fraudulento e ilegal de otras comunidades españolas.




En esas grandes operaciones de migraciones forzadas de tesoros artísticos la principal responsabilidad recaía casi siempre en las autoridades, que miraban para otro lado, y en los eclesiásticos, que disponían a su capricho de bienes acumulados a lo largo de siglos. Los anticuarios de hace unas décadas sabían mucho de los movimientos de algunos obispos respecto a objetos de iglesias de sus diócesis. Unos cuantos relatos escuché de labios de los mercaderes de las antigüedades. Así que, a la espera de acontecimientos referentes al Códice Calixtino evaporado de su cámara blindada (menudas medidas de seguridad, es lo primero que uno piensa), se impone el recuerdo y la reflexión sobre esos otros modos de hacer desaparecer el legado artístico. Desde la venta de bienes que no eran propios hasta el robo, desde la ocultación hasta la falsificación, desde las rapiñas hasta los regalos a los caudillos invictos, la Historia está plagada de capítulos en que el comercio de arte y de cultura se ha escrito en negro. Y no sólo de novela policíaca.


miércoles, 6 de julio de 2011

Los supernumerarios


Diariamente las noticias nos hablan de las subidas de sueldo astronómicas, sin recato alguno, y de los blindajes de los altos ejecutivos de bancos, empresas u organismos internacionales. ¿Por qué deberíamos escandalizarnos de ello? Que la señora Lagarde, nueva directora del Fondo Monetario Internacional, se ponga un 11% más en su nómina como gesto de autoestima al ser elegida y de bienvenida al organismo, ¿qué tiene de particular? Me parece que escandalizarnos, clamar al cielo o renegar no sirve absolutamente para nada. O sirve para que nos ocultemos a nosotros mismos el fondo de la cuestión.


(De la película M, el vampiro de Düsseldorf, de Fritz Lang)


Escandalizarnos puede permitir que demos rienda suelta emocional a nuestra indignación. Por supuesto, en nuestro derecho estamos. Pero si nos quedamos ahí lo que hacemos es impedir el análisis y la comprensión de los hechos. Y generar impotencia, individual o colectiva, con la consiguiente resignación final. Por no citar una frase que algunos pueden pensar: si pudiéramos, de estar en su lugar, todos lo haríamos. Y no es verdad. Los hechos son que un alto gestor de empresa es un personaje a sueldo; bien pagado, de acuerdo, pero empleado, aunque no en el sentido de un oficinista o un dependiente. Con frecuencia también, los altos gestores son grandes accionistas y ahí son algo más que simples empleados bien pagados: son gente con poder de decisión y de propiedad. Lo que se entrega en dinero o acciones a un alto ejecutivo forma parte del costo de una empresa. El cometido de esos personajes es velar porque se lleve a efecto una estrategia que haga altamente competitiva a la empresa en el mercado, que amplíe sus objetivos de expansión y de ventas y que obtenga resultados satisfactorios, bien en sus cifras de negocio directas o en sus cotizaciones en Bolsa.


Siempre me he preguntado qué paga una empresa cuando concede esos blindajes económicos exagerados. ¿Lealtad, sabiduría, genio, aciertos, capacidades, excelente gestión, ideas únicas…? No sabría responderme. Porque, de otro lado, las mismas empresas han recibido a cambio verdaderos fracasos en sus políticas productivas y/o comerciales, gestionadas equívocamente en su momento. Tal vez paga todo o tal vez le interesen algunas parcialidades. Aun sabiendo que la competencia hará otro tanto y que la lucha de mercado es verdaderamente encarnizada. ¿Es vergonzosa esa práctica de proporcionar más réditos a sus cabezas más decisorias? No más que el resto de prácticas y estructura, política de obtención de materias primas, adquisición de negocios, logro de contratos (cuánta corrupción no habrá por medio) o dictadura de precios que se imponen por parte del mercado.


(Dibujo del pintor e ilustrador valenciano Manuel Boix)


Por nuestra parte, deberíamos no tomar el rábano por las hojas. Criticar o indignarnos (palabra de moda, pero muy antigua y silenciosa) por los sueldazos de Botines, Amancios o Lagardes (dejemos a los políticos para otra ocasión, que lo suyo siempre es más modestito) debería ser sólo un elemento más para arremeter contra la política estructural que domina el mercado. Puesto que no es algo diferente ni ajeno a la competencia feroz y al productivismo a ultranza con cuyas leyes se influye y condiciona la vida de los ciudadanos de la Tierra. No, no estoy haciendo de abogado del diablo de los number one ni justificando sus sacrificadas vidas a la causa, sino tratando de hallar una lógica que, nos guste o no, está imbricada y es representativa de un funcionamiento en que el salvaje valor económico prima sobre cualquier otra razón de vida. 




(Las imágenes una y tres representan al actor y director alemán de teatro Gustav Gründgens, cuyas caractierizaciones siniestras han pasado a la Historia. Desconozco los autores de las fotografías)

domingo, 3 de julio de 2011

Nada nuevo bajo el sol, que ya lo veía Mairena



Como uno viene de una época en que la Política estaba denigrada y usurpada (también la Ética lo estaba) y valora la carencia, no puedo hablar mal de ella. Siempre me cuidé muy y mucho de hablar en abstracto, en general y desvirtuadamente de la política y de los políticos de la etapa democrática. De no confundir el rábano con sus hojas. De no tomar como referencia las malas prácticas respecto a la necesaria práctica. España es un país ansioso por haber carecido. Es un Estado limitado por haber sido negado su desarrollo. Es un territorio insatisfecho porque siempre poderosas clases sociales y sus energúmenos, bien en forma de reyes, príncipes, nobles, militares o clérigos, le han arrebatado la palabra, la representación y el espacio compartido. Ha habido procesos constructivos y esperanzadores vilmente traicionados. Ha habido otros procesos también esperanzadores, pero constreñidos, en que se ha minusvalorizado la capacidad cívica y llevan camino de retornar a tiempos oscuros, salvo que la inteligencia se imponga. No quisiera ir para atrás. Pero los procesos los hacen los hombres y sus culturas, y deben arriesgar en sus búsquedas.



Con su ironía habitual, Antonio machado ya hablaba de ello en el fatídico año de 1936, a través de su heterónimo Juan de Mairena. Me encuentro el siguiente texto, ante el cual mi opinión cuenta poco, puesto que sigue en vigor: 

“La política, señores  -sigue hablando Mairena-, es una actividad importantísima…Yo no os aconsejaré nunca el apoliticismo, sino, en último término, el desdeño de la política mala, que hacen trepadores y cucañistas, sin otro propósito que el de obtener ganancias y colocar parientes. Vosotros debéis hacer política, aunque otra cosa os digan los que pretenden hacerla sin vosotros, y naturalmente, contra vosotros. Solo me atrevo a aconsejaros que la hagáis a cara descubierta; en el peor caso, con máscara política, sin disfraz de otra cosa, por ejemplo de literatura, de filosofía, de religión. Porque de otro modo contribuiréis a degradar actividades tan excelentes, por lo menos, como la política, y a enturbiar la política de tal suerte que ya no podamos nunca entendernos.”



Uno tiene, por lo tanto, que reconocer el valor del concepto Política, propiciar su desarrollo democrático y coparticipar con la sociedad en abrir nuevas maneras de que la vida colectiva y la gestión pública no sean suplantadas por el poder de las finanzas o de las grandes transnacionales para las que el ciudadano es sólo un mero productor y un mero consumidor. Acaso lo que late confusa y variadamente entre las gentes que han propiciado el movimiento del 15M, sea esta misma inquietud que traslado.



Y hete aquí que releyendo el Juan de Mairena, parece que algunos de sus textos estuvieran escritos con ojo clarividente sobre lo que acontece ahora:

“Y a quien eche en cara vuestros pocos años bien podéis responderle que la política no ha de ser, necesariamente, cosa de viejos. Hay movimientos políticos que tienen su punto de arranque en una justificada rebelión de menores contra la inepcia de los sedicentes padres de la patria. Esta política, vista desde el barullo juvenil, puede parecer demasiado revolucionaria, siendo, en el fondo, perfectamente conservadora. Hasta las madres  -¿hay algo más conservador que una madre?-  pudieran aconsejarla con estas o parecidas palabras: Toma el volante, niño, porque estoy viendo que tu papá nos va a estrellar a todos  -de una vez-  en la cuneta del camino.”

Sugiero a tirios y troyanos que lean con atención las palabras del maestro. A los políticos de la izquierda, en su cúmulo de contradicciones, les pediría ruptura y cambio. A las nuevas generaciones del 15M que piensen que no es nuevo lo que propician, pero sí necesario, y que deben madurar para obtener una buena cosecha. A la derecha patrimonialista les diría…¿qué les diría? Se les diga lo que se les diga ellos van a lo suyo y no escuchan.  

  
(Los tres cuadros que ilustran el post son de la pintora gallega Balbina López Santos, http://santoslavandeiras.artelista.com/)