hoy es siempre todavía

miércoles, 26 de octubre de 2011

Cuando se apropian de los símbolos

(Imagen de Vladimir Clavijo)


Respecto a la decisión reciente de ETA de abandonar la lucha armada se ha dicho de todo estos días. Poco que añadir. Hay análisis serios y rigurosos, hay comentarios de tertulianos vinculados a los medios amarillos bastante huecos e interesados, hay frases lapidarias de la extrema derecha que habita en el interior del PP, hay confusión y radicalismo entre las asociaciones de víctimas. En mi criterio destacan dos actitudes dignas de consideración y bastante extendidas en la sociedad española. Por una parte satisfacción porque pare de una santa vez la actividad armada y se superen cuarenta y tres años de violencia que solo ha dejado muertos, sangre, sufrimiento a toda banda y desencuentro social. Por otro lado, necesidad de mantener un estado de cautela, calma y tratamiento prudente y dialogante del tema. Nada cabe agradecer a ETA, sino más bien reprocharla que haya dificultado la convivencia entre los españoles, procurado el ascenso de la derecha tradicional y extremista y haber vivido de espaldas al conjunto de la sociedad.


(Imagen de Michal Macku)


Uno no sabe si la guerre c’est finie, que decía la película de Alain Resnais, parodiando el parte victorioso de Franco, o si el sotobosque mantendrá todavía las brasas de una reactivación violenta. Los años le han vuelto a uno más incrédulo y muy escéptico y los fenómenos que se cuecen en este país nuestro crían muchas larvas. Las cosas serán como tengan que ser y probablemente nos sorprendamos de lo que acontezca. Pero yo no quería hablar más del tema, porque otros lo hacen mejor. Pero sí citar un elemento que ni los mismos etarras tienen claro de donde procede. Me refiero a esa imagen de la serpiente enredándose en un hacha. Hace tiempo uno de los dirigentes justificaba el símbolo etarra como una representación de la unión de la fuerza y la inteligencia. Fuerza bruta (que es lo que ha sido, y no fuerza nutriéndose de fortaleza) e inteligencia (algo ausente en el historial de la organización, al menos en su interpretación positiva) son términos antitéticos, excluyentes. En su simplismo, ese mismo dirigente reducía más el significado al decir que el hacha significaba lo militar y la serpiente lo político. O dicho de otra manera, con el hacha se golpeaba al enemigo y la serpiente quería decir que se hacía de modo inteligente (para mí sigue siendo un enigma el uso y la demostración de dicha inteligencia por parte del ente) Un casamiento iconográfico que ni siquiera lo inventaron ellos, ya que debe remontarse a alguno de los últimos resistentes antifranquistas de 1936, pero que ETA lo resucitó con bastante oportunismo y vaciándolo del carácter ácrata que debió tener en su momento.


(Imagen de Michal Macku) 

Si buscamos una interpretación tradicional de los símbolos, el hacha era ante todo el símbolo del poder de la luz, según recuerda Juan Eduardo Cirlot en su libro Diccionario de símbolos. Otra cosa más compleja e interesante es el hacha doble, que se da en todas las culturas antiguas, con diversos significados, de los cuales el más próximo es el culto al laberinto cretense. Dice Cirlot: El laberinto expresa el mundo existencial, el peregrinaje en busca del centro. El hacha doble alude a la revelación de dicho centro. Como se puede ver, hay más hondura en el sentido de las viejas culturas que en la superficialidad de un grupo armado que ha vivido en un callejón sin salida y sin búsqueda del centro. Entre el carácter filosófico de las culturas orientales y el maniqueísmo de los terroristas vascos creo que media un abismo.


(Imagen de Michal Macku)


La serpiente es un símbolo todavía más poliédrico. Si en realidad todos los símbolos son funciones y signos de lo energético, la serpiente es simbólica por antonomasia de la energía, de la fuerza pura y sola, dice Cirlot en el libro citado. No cabe duda de que entre la amplia variedad de significados que todas las culturas conceden a la serpiente la que domina de una manera u otra es la representación de la sabiduría. La imagen que aparece en el Génesis de la serpiente ofreciendo a Eva una manzana no es sino la invitación al conocimiento. A la capacidad de discernir entre el bien y el mal, un objetivo que la humanidad persigue incesantemente desde el principio de los tiempos, mal que les pese a los clérigos, las castas y los detentadores de poder de toda condición. ¿Algo de esa caracterización de la serpiente se encuentra en el historial e ideología de ETA? El mejor camino para interpretar los símbolos no es precisamente utilizarlos fuera de contexto, con afán de justificar las tinieblas en lugar de aportar la luz de la que tan necesitada está el género humano.   


miércoles, 19 de octubre de 2011

A treinta días vista




¿Cabe preguntarse si los versos de Antonio Machado siguen, de manera total o parcial, en vigor?

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios:
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.





Para quienes crecimos sin saber qué era la democracia ni de qué iban unas elecciones, y desconocíamos el sistema de representación política de europeos y americanos, del que oíamos hablar como de un rara avis, la circunstancia que tendrá lugar dentro de un mes en España debería ser siempre motivo de congratularse. Los medios periodísticos suelen denominar Fiesta de la democracia a unas elecciones, lo cual suena bonito la primera vez que lo oyes. Después, y tal como van las cosas, ya no te parece tan digno de festejar. Y es que hay un abanico de posibilidades restrictivas entre las dictaduras que impiden cualquier votación libre y las elecciones formales de la democracia. De todo ha habido en la española viña del Señor antes y después de 1936: elecciones dirigidas, elecciones aparentes, votos amañados, pucherazos, instrucciones de a quién votar provenientes de una mano caciquil, la actual ley D’Hondt. Procedimientos de limitación y reparto diversos y que hoy con esa ley benefician a los dos partidos mayoritarios y a los partidos nacionalistas a los que en su día se les hizo un guiño desmesurado. Las demás agrupaciones o partidos obtienen siempre un reparto menor de escaños, no obstante los votos importantes recibidos, por causa de la aplicación de una ley injusta. Todo eso ya es sabido.



Ahora, a un mes justo de las elecciones generales, ya empieza a sonar la aburrida música, más que la deficitaria letra, que no se va a cumplir, de la campaña electoral. Por supuesto, el partido que ha figurado como oposición ya lleva haciendo su campaña desde hace cuatro años. Sin hacer propuestas serias y creíbles. Claro que se dirá que para qué iba a hacerlas, si les cunde más el ataque de energúmenos y la ausencia de razonamientos, cuando no el simple callar, en esa carrera desenfrenada por recuperar la influencia de otros tiempos y que habían extraviado un poco. Campaña agresiva, para la que ha contado, como es de recibo, con aliados tan tradicionales y fieles como la Iglesia católica y los sectores ultras. Campaña a la que no ha podido ni sabido reducir sus efectos el Gobierno que agota sus últimos días, en parte por la mala pata del ciclo negativo de la economía y en parte por sus desaciertos al tratar de hacer política de concesiones al sistema en temas fundamentales. Es el problema permanente de la socialdemocracia en cualquier país. Que tiene que gestionar una política de Estado que es subsidiaria de la economía europea y mundial, que depende de los grandes grupos de presión financieros e industriales y que tiene un margen cada vez más reducido para actuar con algún tipo de independencia que le permitiera ser más social. Resulta difícil, si no imposible, llevar a cabo una política social en los márgenes de un sistema que coloca como objetivo fundamental sus propios intereses de beneficio y poder. Si además, la crisis del propio sistema se ahonda, los recursos quedan mermados y la socialdemocracia no sabe ni puede dar satisfacción a las necesidades de las clases trabajadoras, capeando a su vez los objetivos que constantemente exige la patronal y la derecha tradicional. No se puede nadar y guardar la ropa, por mucho que se intente.




Está bien que se celebren elecciones. ¿Pero todo queda ahí? Entendemos que hasta ahora no se había inventado nada más perfeccionado, pero ¿acaso no va siendo el momento de empezar a generar algo más auténtico y más efectivo? Porque el invento se muestra cada vez más descafeinado. La mayoría de la sociedad entra al trapo y se limita a refrendar con su derecho al voto al partido electo. Solo una minoría de españoles intenta ejercer la democracia además de otras maneras. Asociándose, por ejemplo, para afrontar las cuestiones con realismo en la base de la vida social y sugerir medidas. Esta gente es digna de reconocimiento, no obstante el esfuerzo y el clamor en el desierto en que suelen moverse. Votar cada cuatro años no tiene mayor mérito. Pero estar día a día interesándote por los asuntos que compiten a la sociedad para que no te la cuelen es de gran valor. No basta ya con delegar en los elegidos y marcharse a casa.




Hay alegría y expectativa en una de las dos Españas por cambiar el partido del gobierno. Hay preocupación en la otra de las Españas por lo que se intuye que viene, que va a ser duro, antisocial y antiobrero. Para aquellos que se quedan en ver la democracia por encima, esto de los recambios cíclicos es bueno y ya justifica por sí mismo el sistema de representación público. Para quienes saben que tras el control de un gobierno hay intereses profundos y voluntad de ser sobre todo portavoz de los poderes efectivos, el cambio hacia peor implica inquietud. Pero no todo el mundo ve las cosas de la misma manera. Entre el flaco ejercicio de pensamiento que se hace en este país y la nula existencia de un debate razonado y extensivo (ay qué ausencia de debate padecemos, por dejación de los mismos políticos y por desinterés de los medios periodísticos) saldrá lo que salga o lo que saldrá. Que prácticamente está cantado. Un apunte final. Hay que ver qué poco cuenta para los españoles el tema de la integridad moral de sus representantes. Que los innumerables casos de corrupción que han salpicado la política no castigue al partido que más méritos se ha marcado en esa lid hace que uno se intranquilice por nuestra deficiente catadura. Y si hay algo que debería ser un axioma es que sin ética no hay política ni convivencia dignas de tal nombre. ¿Traerán los vientos de la indignación un nuevo espíritu cara a los próximos tiempos?




sábado, 8 de octubre de 2011

Placas al peso


Siempre me pareció España un país de placas de fachada. Y eso que muchas han desaparecido. De placas inútiles, naturalmente. Se salvan de mi respeto las que aún recuerdan a ciertos ciudadanos que han aportado algo a la ciencia, a la literatura, al arte y al desarrollo del país. En definitiva, a la cultura. Pero aún persisten ingentes cantidades de plaquitas de personajes menores, muchos vinculados al clero o al ejército, sin mayores méritos y glorias que sus respectivos estamentos les quisieron conceder en su día. Hay una moda más reciente en algunas ciudades, que consiste en que si las autoridades municipales han encontrado en la obra literaria de un escritor de este tiempo, por ejemplo, su parte de filón turístico, hay que situar con citas de alguna novela suya una placa en determinado solar, otra en cierta calle, otra a la vuelta de tal iglesia. Como se dice ahora, una pasada del culto a la personalidad, con un criterio provinciano y comercial que no le cura ni el frío serrano.




Este país ha gustado de honrar a sus próceres y autoridades, muertos o vivos, con placas por doquier. ¿Quién no tiene en su memoria la imagen de alguna inauguración de obra pública o privada donde las autoridades descubrían la cortinilla de una placa? A mi este tipo de ejercicios me ha parecido siempre propio de siervos y de estómagos agradecidos, y ya digo que puedo salvar los que realmente han aportado algo importante. El tema da para desarrollarlo ampliamente. Y no estaría mal que los historiadores se pusieran de acuerdo para analizar los significados de esa práctica de rotular edificios y hacer un inventario en toda regla.  Pero quiero hacer constar lo que me parece aún un escarnio y un desprecio. Que todavía permanezcan en calles, plazas o iglesias cierta iconografía del viejo régimen que, como ya es sabido, se instauró en base a un hecho ilegítimo e ilegal como fue el alzado en armas contra un Estado votado democráticamente. Y más triste es comprobar que muchos ciudadanos condenen la investigación de los crímenes del franquismo o la exhumación de las fosas de los fusilados republicanos mientras aceptan gustosa o indiferentemente que ciertas placas permanezcan rotulando nombres de calles de nuestras ciudades. Se me dirá que aquí no hubo el ajuste histórico y la reconciliación de verdad y que así nos va.




Una de las cosas que más me impresionaron cuando hace años visité Praga fue que también existían placas. Por supuesto, había placas honrando al poeta Jan Neruda o a Dvorak o a Mucha, como las hay en nuestras ciudades a Cervantes, Cernuda, Jorge Guillén o Sarasate. En Praga hay un tipo de placas muy especial. En estos términos, más o menos: de esta casa fue sacado para ser asesinado por las SS el ciudadano Fulanito de tal. Un matiz que honra el ejercicio de memoria histórica que responde a una clara conciencia moral de la que muchos españoles carecen todavía hoy día. Desde luego, la permanencia de placas recordando a personajes funestos y de ciudadanos que entonces optaron por formar parte de la insidia de un golpe letal a la democracia y el progreso no tiene el mismo significado que la memoria de Praga.




Acabemos con un cantar de Antonio Machado, de sus Proverbios y cantares, que puede parecer que no viene a cuento pero que a mí me apetece porque hace pensar:

¿Conoces los invisibles
hiladores de los sueños?
Son dos: la verde esperanza
y el torvo miedo.
Apuesta tienen de quién
hile más y más ligero,
ella, su copo dorado;
él, su copo negro.
Con el hilo que nos dan
tejemos, cuando tejemos.



domingo, 2 de octubre de 2011

Vox populi


Digamos que se trata de expresión popular. Que, de manera análoga a como la publicidad comercial lanza sus mensajes, el espontáneo ciudadano reproduce los suyos. He aquí un ejemplo de cómo el significado metafórico se ha impuesto al lineal. Por supuesto, uno se puede identificar con la frase o sentirse alejada de ella. En lo que discrepo relativamente es en esa parte en letra pequeña del mensaje: todos. Nunca he aceptado que se nos involucre a todos, que se invoque la totalidad. Los políticos, por ejemplo, son muy dados a hablar de que todos los españoles saben, quieren, desean, reclaman… Lo lanzan principalmente en este proceso preelectoral la derecha, arrogándose la totalidad y la representatividad del conjunto del país. Como si España fueran ellos. Aberrante. Lo comunican también los publicitarios con un tono sacro mundano y con sibilina frecuencia. No en vano los intereses de ciertos políticos, industriales y comerciantes convergen en un solo dios: el mercado. Pero quiero salvar al grafista que sobre el banco ha añadido, probablemente al final, esa asunción de la totalidad. Quiero sospechar que tiene una intuición de que las cosas no van a pintar bien para un sector amplio de la sociedad, no sé si mayoría o totalidad. De que la crisis y recomposición del sistema va a traer fuertes sacrificios para muchas clases sociales, probablemente las obreras y las llamadas medias. Y en ese sentido, el grafitero librepensador lanza más un aviso que una arrogancia. Una invitación a pensar más que pedir un voto o vender un producto. Sinceramente, he agradecido que este banco de parque de barrio hable. Los otros bancos ya están hablando demasiado, exigiendo demasiado, pero apropiándose de la voz callada de los ciudadanos que son quienes les inyectan dinero a través del erario público para el rescate de sus agujeros negros.